Durante años, el Real Madrid ha caminado por Europa con la serenidad de quien confía ciegamente en su linaje competitivo. Las noches inglesas eran un desafío noble entre vaho y lluvia fina. Hoy, ese desequilibrio se ha invertido. La Premier impone su gramática —velocidad, fricción y vértigo— y el Madrid, antaño dueño del desenlace, queda reducido a observar el espectáculo entre bambalinas.

En los últimos dos cursos, esa sensación de inmunidad competitiva ha empezado a resquebrajarse. Los equipos ingleses han encontrado la forma de desactivar al Madrid donde más le duele, en la autoridad del partido. No le discuten el balón, le discuten el ADN. Transforman cada posesión en un duelo y cada duelo en una tormenta.

Caras largas de los jugadores del Real Madrid tras la derrota en Liverpool

En ese choque de acentos, el equipo blanco ha visto perder poco a poco su hegemonía. Liverpool, Arsenal y Manchester City han pasado de víctimas a verdugos. Todos ellos distintos en estilo, pero idénticos en propósito. 

Anfield impuso su ley

En Anfield volvió a producirse esa lectura. Lejos de ser una derrota sonora, el Madrid se marchó de vacío, en lo futbolístico y...